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Narcisos. La primavera ha llegado a la huerta

narcisos

Año tras año, cuando el invierno toca a su fin y aún no hemos empezado con las labores propias de la nueva estación, la huerta nos sorprende con una explosión de color amarillo fruto de la floración de los narcisos que llevamos cultivando desde hace alguna década y cuyos abuelos compramos hace años en un centro de jardinería. Además de estos bulbos «domesticados», en la propia huerta y justo al lado de la ribera del río Corneja crecen y prosperan unas buenas matas de narcisos silvestres que tampoco se olvidan de anunciarnos la llegada de la siempre vistosa primavera.




Narciso (raíces, bulbo y hojas).

Los narcisos son plantas de la familia Amaryllidaceae, del género Narcissus, originarios de la zona mediterránea occidental. Son plantas geófitas (sus órganos perdurables son subterráneos), con bulbos tunicados (capaces de reproducirse), con hojas lineares, planas o caniculadas, basales y sin peciolo. Las flores están inicialmente protegidas por una membrana papiliforme llamada espata, tienen tépalos y una corona entera o dentada.

Inflorescencias de narcisos con espata, tépalos y corona dentada.

En las sierras de Villafranca y de la Serrota existen al menos tres especies distintas de narcisos silvestres que se conocen con los nombres vulgares de pedreras, piñatas y campanitas. Consultando en la bibliografía las descripciones de la familia narcissus pensamos que se trata de Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis, de Narcissus jonquilla subsp. rupícola y de Narcissus bulbocodium subsp. nivalis, respectivamente.

Narcisos cultivados.

Narcisos o pedreras en la huerta.

Los antiguos habitantes de esta zona solían sembrar varios bulbos o «ajos» de las pedreras silvestres en un rincón de la huerta o cerca de las entradas de las casas para disfrutar de sus flores todos los años. Con unos cuidados mínimos, cada año tenían más flores y las disfrutaban varias generaciones de la familia. Hoy, en Castilla y León, esta práctica está sometida a regulación.

Narcisos cultivados.

En nuestra huerta tenemos narcisos, su origen son unos bulbos comerciales de jardinería, que un familiar plantó hace unos quince años y que están naturalizados. Probablemente son híbridos (Narcissus sp.). Forman una pequeña matita en una linde de la huerta que no labramos y que cada año ha ido creciendo, al reproducirse los bulbos.
Las inflorescencias tienen una única flor, surgen directamente del bulbo y el escapo floral es más alto que las hojas. Los seis tépalos tienen forma ovalada, terminando en punta y su longitud es similar a la de la corona. Tanto la corona como lo tépalos son de color amarillo brillante.
Algunas flores las cortamos para disfrutar de ellas en casa y otras las dejamos en la planta. Cuando se marchitan las cortamos por la base del tallo (escapo floral) para que se reproduzcan mejor los bulbos.

Narcisos cultivados.

Resisten todo el invierno en la huerta y florecen en las primeras semanas del mes marzo.
Su cultivo es muy sencillo, solo necesitan quitar las malas hierbas competidoras, regar con el resto de la huerta en verano y lo más importante, tener cuidado en invierno con la azada o al labrar la tierra, ya que entonces no tienen hojas y podemos eliminar los bulbos.
Para reproducirlas podemos extraer parte de los bulbos en otoño y colocarlos en otra zona de la huerta donde formaremos otra matita.

Narcisos silvestres. Pedreras.

Narcisos silvestres.

Son semejantes a los que tenemos cultivados. Se diferencian en que las hojas y las flores son más altas, las flores son de un color amarillo más oscuro, los tépalos son lanceolados y la corona es bastante más larga que ellos. Estas características se corresponden con Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis.
Son frecuentes en los prados de montaña y de ribera y en praderas junto a los arroyos, en altitudes entre los 1.300 y los 1.800 m. En los márgenes del río Corneja aparecen a altitudes inferiores. Suponemos que las crecidas del río, sobretodo en las tormentas de verano, arrancan los bulbos, los arrastran y los depositan en zonas más bajas donde encuentran condiciones favorables para reproducirse.


Narcisos al borde del río Corneja.

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Las siguientes fotografías son de estos narcisos silvestres que están a la misma altitud que la huerta (1.100 m) y florecen en las primeras semanas del mes de marzo, a la vez que los cultivados.

Narcissus pseudonarcissus al lado de la huerta.

En la mitología clásica, el joven Narciso ve su imagen reflejada en el agua y allí se queda, pasmado, mirándose a sí mismo. En ese lugar nació un narciso cuyas flores péndulas permanecerán «mirándose en el agua» toda su vida, hasta marchitarse.

Narcisos silvestres.

Las siguientes fotografías son de narcisos silvestres de la misma variedad que los anteriores. Los fotografiamos en la Serrota a 1.770 m de altitud, el 02-05-2016, en una zona de pastos próximo a un arroyo de cabecera del río. Florecen dos meses después.

Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis, en la Serrota (Ávila).

Narcissus pseudonarcissus subsp. portensis.

La opinión del abuelo.

Hemos leído en varias publicaciones que la supervivencia de algunas especies de narcisos están en peligro por el pastoreo. Le preguntamos su opinión y nos dice que en la sierra siempre ha pastado el ganado extensivo, que cuando entran a pastar las pedreras ya han florecido y que los animales no consumen a diente estas plantas porque son tóxicas. Además muchos prados de ribera que él conoce y donde son muy abundantes, se han segado y pastado todos los años y cada año hay más.
No parece que el pastoreo con ganado extensivo durante cientos de años sea la causa del problema, más bien sería un factor favorecedor, al eliminar otras especies herbáceas y arbustivas competitivas. Igual ha sido y es determinante para que sigan existiendo.

Narcisos silvestres en flor. La Serrota, Ávila.

Más entrada la primavera haremos una excursión por la Sierra y os mostraremos otras especies de narcisos silvestres que tenemos localizadas en la zona, las piñatas (Narcissus jonquilla sp.) y las campanitas (Narcissus bulbocodium sp.).



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