Los avellanos son árboles o arbustos de hoja caduca y amplia copa que llegan a alcanzar hasta los 10 metros de alto. Son muy frecuentes en los bosques de ribera de esta zona, compitiendo con los bardales o sauces (salix sp.), los nogales y otras especies de árboles y arbustos.
No hay huertas cultivadas de avellanos pero, en las lindes de muchas de ellas, en los márgenes de las regaderas por donde en verano pasa el agua, cerca del río y de sus arroyos, es frecuente encontrar matas de avellanos.
Los avellanos necesitan 1.200 horas de frío (temperaturas inferiores a los 7°C). La polinización se realiza a finales del invierno y tanto las inflorescencias femeninas como las masculinas y los brotes de las primeras hojas, resisten temperaturas bajo cero. Su temperatura media ideal está entre 12 y 16°C, no toleran veranos muy calurosos y secos, necesitan luz solar directa para fructificar, una pluviométria anual mínima de 700 mm. y son muy sensibles a la sequía y a la falta de humedad.
Los avellanos (Corylus avellana L.) tienen su origen en Asia y Europa. Pensamos que estos son propios de la zona ya que encontramos avellanos silvestres en una franja cuyo límite inferior es la presencia de agua en verano, unos 1.000 m de altitud, y el superior la ausencia de heladas que los permite reproducirse, hacia los 1.500 m.
Contenido
– Tronco
– Hojas
– Inflorescencias
– Masculinas
– Femeninas
– Cuidados
– Reproducción
– Usos
Tronco
La corteza en los troncos jóvenes es apergaminada de color verdosa/marrón pálido, después grisácea y en los ejemplares viejos se vuelve agrietada y escamosa.
Los troncos no suelen ser demasiado gruesos ya que su tendencia natural es a crecer en matas con varios pies. En ellas surgen nuevas sierpes que crecen verticalmente buscando la luz. Las raíces son poco profundas, unos 60 cm.
Su madera no es muy dura pero es resistente y flexible, de color claro y poco veteada.
Hojas
Las ramas surgen de forma alterna en el tronco y las hojas son de color verde, de forma ovada y con ápice, sublobuladas, con bordes doblemente aserrados, rugosas, presentan menos de ocho pares de nervios secundarios casi rectos. Las hojas jóvenes son pubescentes (superficie con pelos finos y suaves) por ambas caras y luego solamente lo es el envés.
Inflorescencias
Los avellanos son monoicos y en el mismo árbol se pueden observar inflorescencias masculinas (amentos) y femeninas.
Después de caerse las hojas, a finales de verano, en algunas yemas de sus axilas surgen las inflorescencias masculinas. A finales del invierno, cuando comienza el periodo vegetativo se desarrollan hasta alcanzar entre 4 y 10 cm. de longitud. Se disponen en forma de amentos, cilíndricos, colgantes y de color primero verdoso y luego amarillento.
Cada amento se compone de numerosas brácteas que en sus axilas contienen entre 4 y 8 estambres de color verde primero y luego amarillento. Un amento produce hasta un millón de granos de polen que se desprenden al madurar.
Las inflorescencias femeninas surgen en yemas mixtas (flores y hojas) en posiciones terminales o en yemas secundarias de las ramas. Son pequeños glomérulos escamosos con una parte basal vegetativa y otra fértil en los extremos. La parte fértil la forman cuatro brácteas que poseen en sus axilas dos flores, sin pétalos de las que surgen dos pequeños estigmas de color rojo brillante. Están receptivas para ser fecundadas durante un mes.
Para que la polinización tenga éxito han de coincidir en el tiempo las inflorescencias masculinas y femeninas. Eso puede no pasar en el mismo avellano, por eso la polinización la realiza el viento, que es capaz de transportar el polen hasta 50Km. Es un maravilloso ejemplo de adaptación ya que en esta época del año no hay insectos y son frecuentes las heladas.
Las inflorescencias femeninas resisten temperaturas de hasta -10°C, las masculinas, que surgen antes, hasta -16ºC y los brotes de hojas, que surgen después de las inflorescencias, hasta los -3°C.
Cuidados
A la mayoría de los avellanos no se los realiza ningún tipo de cuidado. Sin embargo es frecuente que a las matas que están en propiedades privadas se las corten vástagos. Esta operación favorece su desarrollo y mejora la fructificación.
El factor limitativo es la falta de agua en los meses de verano. Hay muchos avellanos que crecían al lado de regaderas que se utilizaban para distribuir el agua a las huertas y tras el abandono de los cultivos se han dejado de regar y se han secado.
Hace unos diez años sembramos dos avellanos silvestres. Se desarrollan perfectamente aunque hasta los 8 años no fructificaron. Únicamente los quitamos algunos chupones y nos ocupamos de regarlos cuatro o cinco veces en verano. Nos estamos planteando podarlos en vaso para que los entre mejor la luz y conseguir, como en los cultivos, la fructificación de más avellanas.
Reproducción
Se pueden reproducir por semillas, las avellanas, pero lo más frecuente es reproducirlos por vástagos que se arrancan con raíz y se siembran en un sitio adecuado. Esta operación debemos realizarla siempre en otoño o a finales del invierno.
Los injertos son posibles siempre que se hagan sobre otros avellanos. Nosotros no los practicamos, ya conocéis que preferimos las variedades autóctonas de la zona que, por estar adaptadas, siempre nos darán menos problemas y mejor resultado su cultivo.
Usos
El principal es conseguir al final del verano cosechar nuestras propias avellanas. Sin embargo, el hecho de crecer naturalmente en matas con numerosos chupones muy próximos para buscar la luz solar, los hace crecer muy rectos. Esta propiedad de los avellanos permite que tengan otros usos tradicionales:
- Obtener varas o palos, utilizados como bastones para pasear por el campo y para manejar el ganado. Al secarse la madera pesan poco.
- Aprovechando la flexibilidad de la madera en verde se hacen garrotas y arcos para que jueguen los niños.
- Se usan como varas para entutorar las judías verdes y las secas, los tomates, los pimientos etc. Se cortan en invierno y se dejan secar en los vareros.
Dejamos los avellanos con las flores fecundadas y después del verano hablaremos de la cosecha de avellanas.
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